martes, 27 de septiembre de 2011

Talking to the moon.

Apenas podía mantenerse de pie, todo le daba vueltas, sentía como el cielo y la tierra se confundían el uno con el otro. Observó el anochecer, el horizonte se tornaba en una línea diagonal, la luna se convertía en una media sonrisa que se burlaba de el allá arriba, a lo lejos. La maldijo casi a los gritos, sin darse cuenta de su timbre de voz. Dio un paso, para atrapar aquel satírico astro que se bamboleaba burlona frente suyo, pero el mundo le dio un giro que le impidió continuar. Se tambaleó fuertemente y decidió apoyarse en la sucia pared de ladrillos rotos. Comenzó a deslizarse lentamente hasta que tropezó y cayó bruscamente en el piso.
Con dificultad, levantó la mirada, contemplando su propio demonio, sabiendo que todas las noches serían lo mismo, siempre él abajo, destruido, solo, en un mundo gris, lleno de personas grises y vacías, y ella, siempre triunfante, allá arriba en el cielo, donde reina la paz, las luces, los colores.
Gritó pidiendo otro trago al barman, otro trago para su dolor y sus penas. Sin embargo, sabía que ella siempre estaría escuchándolo en silencio, acompañándolo en sus miserias, incluso quería pensar, que velaba por él en secreto. Su única compañía. Comentó sus dolores, sus pesadillas, rememoró su pasado y describió con pesar sus tormentos. Otro trago para el mísero borracho.
Sabía que la gente pasaba y lo miraba, derrumbado en una inmunda vereda, hablándole a la nada, rumoreaban su locura por todo el pueblo. Pero no importaba, sabía que cuando el sol se escondiera, no tendría que soportar más soledad, ellos no sabían que al anochecer, él podía contar con su preciada luna y que algún día ella le contestaría también.

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