Cerró los ojos y con una sonrisa recordó sus rostros, todos esos rasgos que las hacían tan particulares a su manera, esos detalles que ya los conocía de memoria. Recuerdos explotaron al mismo tiempo en su mente, recorriendo cada uno de ellos con rapidez, tenían tantos juntas. Esas risas, todas esas deformidades, las peleas, cosas que nunca podría borrar de su memoria, aunque quisiera. Sentía esa extraña impresión, esa sensación tan conocida a familia. Respiró hondo, relajada.
Aún con la sonrisa en la cara, abrió los ojos. Todas las emociones y sensaciones se desvanecieron. Se sintió confundida, no reconocía nada. ¿Dónde se encontraba? Sintió pánico. Lágrimas comenzaron a escaparse velozmente de sus ojos. Entendió que estaba sola.
Aún así sabía que había un lugar, un rincón lejano en su mente, donde podía escapar, donde la soledad no la embargaría nunca más. Pero sabía también que algún día no tendría la voluntad para volver, quedaría enterrada en su oxidada memoria, viviendo de recuerdos. Cerró los ojos y se dejó llevar.
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