Dobla un esquina y se detiene, sintiendo el agitado vaivén del pecho al compás de su respiración. Siente la adrenalina y no lo resiste. Aprovecha el descanso para destapar el negro. Con agilidad y sin dudar escribe rápidamente un mensaje revolucionario, deseando y esperando que quede inmortalizado en el ladrillo el mayor tiempo posible, el suficiente para que llegue a ser realmente comprendido, y por supuesto no se olvida firmar el apreciado “Let it be” a un costado.
Sonríe al
observar el resultado. Las sirenas comienzan a sonar cada vez más cerca. Su
sonrisa se ensancha y la persecución vuelve a comenzar.
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