Su mente
comenzó a divagar y a desenterrar viejos recuerdos. El trabajo duro, la
felicidad, el esfuerzo, la ilusión… la inocencia, los interminables días… años,
las peleas incoherentes, el silencio, la decepción, el rencor… sacudió la
cabeza, sobresaltada al encontrarse desprevenida ante tan fuertes emociones. Un
dolor punzante comenzó a hacerse notar en su mano izquierda. La sangre comenzó
a escurrir, sensación vieja más que conocida, mas no olvidada. “Idiota” El
golpeteó de las gotas produjeron un fuerte déjà vu.
Contuvo
el aire, aterrada. Pero la experiencia logró vencer y no se dejó llevar. Se
limpió con la toalla cuidadosamente doblada en aquel estante cercano al lavabo.
Levantó la mirada nuevamente a su reflejo mas no lo reconoció. Ahogó un grito
con la mano herida, pero su copia no la siguió. Pestañeó, atónita. Todo volvió
a la normalidad. Todo estaba nuevamente perfecto. Contempló la profunda
lastimadura, la toalla manchada, el desorden, el descontrol. Un fuerte mareo inundó
su mente y cuerpo. “No, no puedo perder. Hay demasiado en juego” Respiró hondo
y levantó la vista, decidida y confiada en encontrar determinación marcada en
cada rasgo de su rostro. Al contrario, la visión que observó luego la paralizó.
Del otro lado una mirada fría y calculadora la contemplaba con diversión. La
pureza de sus ojos amarronados y blancos habían sido reemplazados por rojo y un
profundo negro. Su sonrisa de lado helaba la sangre al mismo tiempo que le
hacía sentir los rápidos latidos de su corazón retumbando en sus tímpanos. “No
de nuevo, es mi turno” dijo reuniendo fuerzas desconocidas. “Todo debe estar
controlado, las cosas no pueden salir de su lugar si se mantiene la disciplina.
Nunca más voy a dejarme vencer otra vez, soy perfecta y haré lo que sea para
seguir siéndolo. Seré lo que sea necesario, no importa el costo”. Pero no
obtuvo la reacción que buscaba con esta declaración. Su reflejo no hizo más que
empezar a reír. Una cruel risa llenó la habitación retumbando en cada rincón.
El sonido rebotaba en las paredes y volvía para aturdir su mente. Podía sentir
las ondas golpear contra su cuerpo y hacerlo temblar como si se tratara de una
frágil y débil pluma. De pronto un dolor insoportable le cortó la respiración.
Le dolían las costillas, como si alguien estuviera presionando. Sus piernas se
doblegaron al dolor e involuntariamente terminó arrodillada en el suelo. SU
garganta comenzó a arder, como si un fuego abrasador estuviera intentando
escapar por su garganta. Intentó gritar pero no encontró su voz. Llevó ambas
manos al cuello pero se detuvo a mitad de camino al observar su piel negra y
chamuscada, comenzando por la punta de sus dedos y extendiéndose rápidamente al
resto del cuerpo.
Estaba
volviendo, se estaba apoderando de ella y arruinaría todo, una vez más. Siempre
había sido alto el precio y lo supo desde un principio, pero nunca importó. La
perfección es difícil, imposible de alcanzar, inhumano, pero estaba dispuesta a
lo que sea para conseguirla. Siempre lo estuvo.
Enfurecida
y con las pocas fuerzas restantes se paró y sin importar las consecuencias,
golpeó con sus puños el dichoso espejo escuchando el fuerte impacto con los
ojos cerrados y sintiendo los miles de trozos cortar su piel. Sin embargo, al
abrirlos pudo contemplar que la silueta de su reflejo había sido la única parte
del espejo que estaba intacta. Su copia la miraba todavía desde el otro lado,
observándola con una furia nunca antes vista. Jamás podría borrar esa imagen de
su memoria. Una horrible sensación inundó su cuerpo. Sabiendo que no serviría
de nada, tomó un trozo de vidrio y descargando toda su ira lo arrojó contra
ella. Para su sorpresa el espejo comenzó a resquebrajarse lentamente y con un
último crujido se despedazó en una lluvia de cristales. Sonrió, incrédula. Los
dolores desaparecieron. Su garganta volvió a la normalidad. Pestañeó sin poder
creer lo que sucedía. De repente, el enorme espejo se encontraba allí, sin
ninguna herida, majestuoso como siempre, como si todo hubiera sido una
pesadilla lejana. Todo estaba en perfecto estado otra vez. Suspiró aliviada.
Hizo una mueca de dolor al suspirar. Llevó la mano al abdomen y sintió la ropa
húmeda. Bajó la mirada asustada y comprobó que estaba sangrando. De repente
sintió el contacto de algo frío en su panza. Tomó la punta y con dolor comenzó
a tirar de ella. Finalmente sacó el pedazo de espejo de adentro. Un ojo
conocido la miraba desde el.
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