Pensar, sentir, soñar, resulta difícil mientras se lucha contra una ventisca. Tal vez debería seguir la corriente, agachar la cabeza y tragarme las palabras. Extinguir el pensamiento, resetear el cerebro y caminar junto a la masa, sólo otra oveja más en el rebaño. ¿Pero en qué mundo viviría? No el mío, nunca el mío. Y es en ese momento en el que comprendo y recuerdo que todo es por una razón, que todo vale la pena, cada ilusión, cada idea, cada esperanza, valen cada uno de los pasos dados contra esa ventisca. Mientras recuerde eso, estaré vivo.
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